El Jazz como elemento del empoderamiento femenino en los años 20

El Jazz como elemento del empoderamiento femenino en los años 20

Todas aquellas mujeres, que conformaron, crearon y participaron en la historia de tiempo atrás, vivieron, como sabemos en un contexto social mucho más agresivo en sus opresiones que el actual (aunque ahora tampoco nos salvemos ninguna). Particularmente en las artes, y más aún en las artes musicales, la escena podría resultar ser todavía más invisibilizadora, gobernada por una sociedad que situaba las obligaciones de las mujeres en los cuidados y rechazaba su personalidad creativa relegándolas a la posición de musas, lo que muchas veces se relacionaba con un aspecto mucho más decorativo que protagonista, dentro de los contextos musicales.

Se trataba de una sociedad que, en su mayoría, relacionaba el mundo del espectáculo con la falta de virtud y con la prostitución. Entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial, la atmósfera de tensión sexual propició una época de bonanza de la industria del sexo, es la que aún hoy en día se suele conocer como “época dorada de los burdeles”. Estos fueron algunos de los primeros lugares donde las mujeres tenían oportunidad de expresarse a través de la música, muchos de ellos contaban con instrumentos como pianos o contrabajos, y la vida nocturna invitaba a los bailes de la época, además de que los espectáculos de noche solían tener números de baile incluidos, elaborados por las mujeres del burdel. 

Pese a que los prostíbulos eran espacios totalmente relegados al consumo masculino, muchas mujeres decidieron emplearlos como espacio creativo y por lo tanto, algo empoderador, a través de un concepto de la sexualidad más abierto y liberador, que en gran parte podía ser manejado por ellas mismas.

Aquellas mujeres que se dedicaron a la música en esta época, debían luchar por hacerse hueco en un ambiente fuertemente masculinizado como era el de las bandas, donde se consideraba que el papel de ellas era, de manera natural, secundario al de los hombres e incluso muchas veces meramente decorativo: ellas eran coristas o bailarinas guapas a las que en la mayoría de los videos conservados se les enfoca más veces a la cara que a las piernas o el resto del cuerpo (zona priorizada en el bailes como charlestón o claqué), cosa que entre los bailarines masculinos, pasaba notablemente menos.

Una de las razones por la que los combos de jazz eran predominantemente masculinos, era la cuestión del comportamiento habitual, con las maneras que, presumiblemente, tenían los hombres de hablar entre ellos de mujeres. El trompetista Howard McGhee decía «Cuando una mujer está presente, es diferente. Da igual que se trate de la abuela de todos los músicos de jazz», y en referencia a la arreglista y pianista Mary Lou Williams se dijo: «realmente tienes que ser extra respetuoso, ella espera eso de ti, así que, si contratas mujeres, va a suponer un fastidio para todos nosotros».

No solamente eran cuestiones de formas: la mentalidad machista de la época producía elogios como en el caso de Marian McPartland, de quien incluso los periódicos decían que «tocaba como un hombre», en referencia a su talento como profesional de las teclas.

Aún con estas dificultades, muchas de ellas llegaron a ser intérpretes, compositoras, líderes de grupos musicales, escritoras, directoras de bandas, big bands femeninas, conjuntos vocales femeninos o arreglistas en un entorno en el que la opción natural para ellas, lo femenino, era ser vocalistas y mejor, con poca ropa. 

Además de, en muchos casos ser creadoras, como concepto completo: Jelly Roll Morton, el músico que reivindicaba vehementemente la invención del jazz, contaba que los primeros blues que escuchó en su vida fueron los de la cantante y pianista Mamie Desdoumes, que había perdido dos dedos de su mano derecha y eso no era problema para que cantara y tocara blues en los pianos de los salones del licencioso distrito de Storyville.

Consiguieron, como hicieron Valaida Snow, Dyer Jones y su hermana Dolly Jones, entre otras tocar instrumentos de viento, que estaban muy asociados con la masculinidad ya fuera por su uso en las bandas militares o por la fuerza con la que había que soplar. Sin embargo contamos con un montón de mujeres pianistas (instrumento totalmente asociado a la feminidad), como fueron Billie Pierce, Dolly Adams, Jeanette Salvant Kimball, Olivia Cook, Camila Todd o Edna Thomas entre muchas otras.

Irma Young hermana de Lester Young, dominaba varios saxos, Paul Quinichette contaba extrañado que los dos hermanos sonaban extraordinariamente parecidos, aunque tiempo después, ella abandonó el instrumento para trabajar como cantante, bailarina y comediante. 

Las mujeres consiguieron, como hizo Lil Hardin, liderar sus propias formaciones; consiguieron, como Mary Lou Williams, ser arreglistas de algunas de las bandas más famosas de la época y consiguieron, como las “International Sweethearts of Rhythm”, una orquesta interracial formada por intérpretes latinas, asiáticas y afroamericanas, crear sus propias bandas compuestas por mujeres, por mucho que este fenómeno fuera recibido en varias ocasiones por el público con una mirada exotizante o sensacionalista.  

Consiguieron ser creadoras en un ambiente de fuerte sexualización de los cuerpos de las mujeres que subían a los escenarios. Consiguieron que sus creaciones fueran escuchadas, bailadas y, en muchos casos grabadas, de manera que han podido llegar hasta nosotras y nosotros.

Muchas de ellas, negras, consiguieron todo esto en una sociedad en la que todavía estaban atravesadas por la precariedad y la segregación racial, secuelas de siglos de esclavitud en los que habían sufrido todo tipo de violencias.


Desde el equipo Debeat, somos  plenamente conscientes de que podemos y sobre todo debemos, hablar de compositoras, músicas y bailarinas en cualquiera de las ocasiones que se nos ofrezcan, con el fin de darle un poco más de voz a sus historias  y compensar así la invisibilización social a la que han sido sometidas. Consideramos que al ser parte indiscutible de la historia de las artes, deben sostener un hueco, como mínimo igual de grande que el que sostengan sus compañeros y tenemos la creencia de que utilizar el 8m para hablar de las mujeres y hacerlo sin una perspectiva reivindicativa, no es más que otra trampa del pinkwashing en la que no queremos caer: desde mujeres y sobre mujeres, se habla todos los días, no sólo en marzo.

Así pues, sí que elegimos utilizar este día para apoyar la causa, reivindicar el  trato y para hablar de la desigualdad conjunta a la que seguro han estado sometidas todas ellas, aunque haya de tenerse en cuenta el grado de esta, en función de factores interseccionales que enfocan, además del sexo; género, raza, sexualidad, clase social, economía, geolocalización, educación, etc.